Cuando me senté a su lado, quería tomar algo de aire y decirle que ya estaba lista para hacerle la entrevista. Ella levantó la mirada de su celular, estaba llorando. No se pudo contener. Sus mellizas cumplían 15 años, era una fecha especial para las adolescentes y ella quería con todo su ser poder cumplir su sueño de hacerles una fiesta.

No solo no podía enviarles dinero para que hicieran la susodicha celebración sino que, ni siquiera podía ir a verlas o enviarles una muda de ropa. Había recorrido todo el caserío, acudido a cada comerciante, les rogó para que le cambiaran pasta base de coca por dinero en efectivo, solo quedó la impotencia. “¿De qué sirve trabajar tanto?”, se preguntaba más a sí misma mientras me explicaba que había traído lo correspondiente a dos millones de pesos en gramos de coca, y nadie tenía dinero “ni cien mil me cambiaron”, contaba con tristeza.

Leonilde Hernández es secretaria de la Junta de Acción Comunal de Caño Cabra, tiene 32 años y es hija del Guayabero. La conocí en el 2020, cuando también trabajaba como comunera. Ella sigue resistiendo en esta vereda, aunque su esposo ya migró para encontrar cómo alimentarla a ella y a su bebé, quien recientemente se enfermó de un extraño brote, pero tuvo que tratarlo con agua de hierbas ya que no podía llevarlo al médico. Esta lideresa explica con rabia que la única solución en esta crisis es que el gobierno los ayude. “Deberían fijar su atención en estas regiones que han sido históricamente abandonadas. Aquí empezamos a no quemar y eso, pero el gobierno no voltea a mirar por acá, y estamos pasando necesidades. Estamos haciendo lo posible por ser mejores personas y más amigables con el medio ambiente”, reflexiona.

La vereda Caño Cabra hace un año tenía 118 afiliados a la Junta de Acción Comunal, y actualmente no alcanza a tener 60. Las demás familias se han ido por razón de la crisis generada por la no compra de la pasta base de coca, pero algotras se fueron un poco antes cuando cerraron la escuela al no tener cobertura.

Para Yamile Hernández, hermana de Leonilde e integrante de Voces del Guayabero, la crisis afecta el correcto desarrollo del estudio de las y los jóvenes. En su caso, sus dos hijos están en el internado de La Carpa, y al no tener dinero en efectivo para pagar a la línea fluvial para traerlos, los días que son de obligatorio descanso, debe endeudarse para garantizarles hospedaje y alimentación. Sin contar que el no verlos es sumamente doloroso para ella. “Si los dejo allá en la Carpa, cuando tienen la tarea obligatoria es un complique también porque hay que pagarle comida, posada, todo, mejor dicho (…) yo digo que siempre al ojo del amo engorda el caballo, entonces que uno con los hijos debe tratar de estar pendiente de ellos. Por lo menos, yo en mayo me dio hijitis (…) pues me tocó vender el gallo, o sea, un pollo que tenía para poder ir a visitarlos”, dice Yamile entre risas, pese a que está contando algo muy triste para ella.

Pero los gallos no son los únicos animales que se están vendiendo, algunos pocos campesinos que conservaban todavía reses, han estado saliendo de ellas a medida que se van quedando sin productos de la canasta familiar. Sin embargo, el año pasado muchos despacharon su ganado, cuando el 02 de mayo del 2022 el gobierno expidió la Resolución 7067 y la Resolución 14444 del 05 de agosto del 2022, las cuales resuelven la cancelación del «Registro Sanitario de Predio Pecuario- RSPP de los predios que desarrollen su actividad ganadera de Bovinos y/o Bufalinos dentro del Sistema de Parques Naturales Nacionales», con el objetivo de evitar el ingreso y salida -comercialización- de los animales en estas áreas de manejo especial. Además, señala que, al no poder acceder a la vacunación correspondiente serían objeto de sacrificio.

“Entonces la gente dijo no, pues antes de que vengan a llevarse todo mi ganado yo lo vendo, entonces por eso no hay pa’ decir, bueno, vamos a ordeñar la vaca pa’ darle leche al peladito, pues no se puede porque ya la gente no tiene”, explica Yamile. Teniendo en cuenta lo anterior, es claro que no hay ganado ni para el sustento, los pocos cultivos existentes son de pancoger, mas no para la comercialización, ya que allí su única fuente de ingreso es la coca.

“El sustento es la coca ¿sí? porque aquí cómo va a sacar uno, se da mucha la comida, porque esto es una tierra muy excelente pa’ comida, pero dígame usted ¿por dónde vamos a sacar una carga de plátano, una carga de yucas? Una, como dicen, una tonelada de ahuyama ¿cómo lo vamos a sacar? Uno cultiva por ahí para comer, entonces. Pues por eso la gente, por eso la gente se dedica pues a trabajar con la coca, porque diciéndolo así, sinceramente, yo lo digo y cuento, unos 10 kilos de coca usted se lo echó al hombro, a un maletín y se lo llevó a donde le toque irlos a vender o como sea, a cambiarlos por la comida cuando se consigue”, aclara Leonilde Rincón, una adulta mayor de 65 años, quien más de la mitad de su vida ha vivido en el Guayabero.

Pese a sus condiciones de pobreza han sido en múltiples ocasiones, estigmatizados “Sí, mucha gente cree de que porque uno cultiva una mata de esa hierba piensan de que eso se va a enriquecer uno o que uno es un narcotráficante, algo, no. Uno aquí escasitamente eso es el sustento de un pa sostener la familia y el diario de uno (…) por lo menos aquí donde estamos nosotros, aquí yo son dos horas y media, dos horas y media para ir al caserío a buscar cualquier libra de arroz y llegar uno y que no, que no la hay. No hay una panela, no hay un kilo de sal. Volver a coger otras dos horas de camino a llegar uno acá y decirle a los hijos, ‘no, pues no encontré nada. No hubo nada’. Entonces eso es una situación muy dura ¿sí?”, reflexiona Freily Sanchéz Pérez, habitante de esta vereda.

Y en cada diálogo, en cada encuentro con campesinos/as de esta región, la construcción de la vía que conecte con Puerto Rico parece ser la única solución.